octubre 11, 2012

Feminicidios y violencia estructural. Antropología de género

En el anterior post vimos como el lenguaje transforma la realidad; normalizando pautas y comportamientos. Cuando el lenguaje utilizado es sexista y androcéntrico; esos comportamientos son los propios de una cultura patriarcal donde la mujer se encuentra subordinada al hombre; siendo ésta una violencia estructural .
 
La violencia estructural es un tipo de violencia ejercida debido a un conjuntos de estructuras tanto dentro como fuera de las instituciones(políticas, sociales, culturales..) que normalizan conductas violentas hacia algunos sectores de la población.
Dicha violencia es justificada por parte de las instituciones; reprimiendo , explotando o invisibilizando a personas; las cuales se encuentran marginadas en un sistema social concreto tan sólo por pertenecer a una clase social, sexo, etnia o religión.
 
En el presente post veremos la violencia estructural hacia la mujer. La violencia es ejercida hacia ella por el simple hecho de pertenecer a un sexo concreto; atribuyéndole una serie de características por ello. Además si pertenece a una clase social baja; la violencia que las instituciones sociales y políticas transmiten a los medios de comunicaciones hace una combinación letal; sin darle la oportunidad de una movilidad social ni alternativa alguna a la relaidad vivida.
 

El feminicidio es una forma de la violencia estructural contra las mujeres que tiene objetivos políticos. Las normas socioculturales propias de una sociedad patriarcal, androcéntrica y heterosexual intenta que las mujeres estemos situadas detrás de los hombres; esa misma norma que le da permiso social a aquellas personas (mujer u hombre) que eligen agredir a mujeres; disculpándolo y justificándolo.
 
 
A modo resumen veremos cómo esa violencia estructural es ejercida en Chile a través de un documental: Santas Putas de 1 hora de duración de la directora Verónica Quense.

Sinopsis:
14 femicidios en el desértico norte de Chile, en la comuna de Alto Hospicio y durante los 2 años y medio en que sucedieron, las piezas del aparato estatal que debían proteger, no lo hicieron. Cinco familiares cuentan cómo las autoridades y la comunidad en general maltrató tanto a sus desaparecidas como a ellos mismos. La insistencia de las instituciones y de la comunidad en general; deja en evidencia que el lugar más peligroso para habitar es el de: mujer, joven y pobre. Los hechos develan de la forma más cruda las aristas que conforman nuestra atroz cultura misógina.
 

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